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viernes, 27 de mayo de 2011

Én Mayo, Julio.

La Gracia, Julio Romero de Torres, 1915
Rico pan de esta carne morena, moldeada
en un aire caricia de suspiro y aroma...
Sirena encantadora y amante fascinada,
los cuellos enarcados, de sierpe o de paloma...
 
(Las Mujeres de Julio Romero, Manuel Machado)




Van llegando las calores. Sí, las calores; pues son muchas.

Lorenzo, cómo por aquí se compadrea al astro rey, va tomando el mando celestial y nos castiga sin saberlo. 

Mientras se desplaza, alejándose de nosotros, más presente se nos hace. Cómo un recuerdo que golpea, a traición, la puerta que abre, y cierra, ese lugar privado, íntimo, en el que cada ser humano atesora, o encadena, sus recuerdos. 

Julio, demonizado, grande, hijo de Saturno. Saturno ¿tu tierra? Incomprendido, mal leído por ojos que miran de reojo. Pinceladas de carne morena, de calor humano. de calor amoroso, de calor apasionado, de calor doloroso. Las calores, realidades. En Julio. De Julio.

Orillas de Oued-el-k'bir. Agua que separa y no une. Se tienden puentes. Piedras ardientes. Otra calor. Otro Julio.

Siglos de saber tirados por tus calles. Moros, judíos, cristianos viejos o que lo parecen. ¿De qué sirvió? Las calores. Las fuentes de agua fresca, rumor que calla al oír al maestro. Viejo por sabio. 

Mayo envidioso. Alumno aventajado. Aromas que anuncian otra calor, la del verano.






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